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Nueva York, 13 jun (EFE).- La Fundación Internacional Raoul Wallenberg (IRWF) ha ofrecido 100.000 euros de recompensa por información que ayude a localizar, identificar y repatriar a su país los restos del diplomático sueco que salvó del holocausto a miles de judíos en Hungría y que desapareció misteriosamente hace casi siete décadas en una prisión soviética.
Coincidiendo con el primer centenario de su nacimiento, la fundación con sede en Nueva York explicó en un comunicado que con la recompensa, que ha sido posible gracias a una donación anónima, buscan poner fin a un trágico evento que ahora, 67 años después de la desaparición de Wallenberg, sigue siendo todavía un misterio.
El diplomático sueco fue detenido en la capital húngara el 17 de enero de 1945 por los servicios secretos soviéticos junto a su chófer, Vilmos Langfelder, y la versión oficial de Moscú, que acusaba a Wallenberg de trabajar como espía para EEUU, es que ambos fueron trasladados a una prisión donde el diplomático falleció de un infarto en julio de 1947.
Los responsables de la IRWF aseguran, a partir de la información recopilada estos años, que están "convencidos" de que si Wallenberg y Langfelder hubieran muerto bajo custodia de las fuerzas soviéticas habría documentos históricos que lo acreditasen, pero critican a las autoridades rusas por impedir que se investiguen sus archivos. "Raoul salvó muchas vidas pero no pudo salvar la suya, y para arrojar luz sobre su destino es lo menos que podemos hacer quienes nos dedicamos a preservar su legado, una vida ejemplar al servicio de la solidaridad y el coraje cívico", afirmaron el presidente y el fundador de la IRFW, Eduardo Eurnekian y Baruch Tenembaum. Durante la Segunda Guerra Mundial, el diplomático Wallenberg destinado en Hungría y nacido en 1912, salvó a cerca de cien mil judíos de la muerte segura en los campos de concentración nazis, al extenderles salvoconductos para viajar a Suecia y contactar con la Cruz Roja Internacional.
En el pasado la fundación ya ha lanzado otras iniciativas para intentar dar con el paradero de Wallenberg, desde pedir a distintos jefes de Estado que se involucren en el caso hasta la recogida de más de 20.000 firmas para pedir a las autoridades rusas respuestas sobre la suerte que corrieron el diplomático sueco y su chófer. La IRWF asegura que cualquier información que reciba será tratada "con la máxima confidencialidad", y aclara que sólo se materializará la recompensa en caso de que los resultados de las pruebas de ADN sean positivos y que los restos de Wallenberg y Langfelder sean repatriados a Suecia.
El pasado 29 de mayo, el exministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética y exembajador de la URSS en Suecia Borís Pankin aseguró en una rueda de prensa tener "el pleno convencimiento" de que el diplomático sueco fue asesinado por los servicios secretos soviéticos en 1947.
Wallenberg, miembro de una influyente familia, trabajó en la embajada sueca en la Budapest ocupada por los nazis, donde aprovechó su estatus y la neutralidad oficial de Suecia en la Segunda Guerra Mundial para salvar la vida a miles de judíos, a los que dio refugio y entregó documentos que los identificaban como suecos. Poco después de la entrada de las tropas soviéticas en Hungría fue detenido por el Ministerio de Seguridad de Estado, que luego pasaría a denominarse Comité de Seguridad de Estado (KGB), y trasladado a Moscú, donde, según la versión oficial de la URSS y luego de Rusia, falleció de un infarto.
La Unión Soviética reconoció el arresto Wallenberg en 1957, en un memorando del entonces ministro de Exteriores, Andréi Gromiko, y el 22 de diciembre de 2000, nueve años después de la desintegración de la URSS, la Fiscalía General de la nueva Rusia rehabilitó "post mortem" al diplomático como víctima de represiones políticas. Al asumir el cargo en agosto de 1991, el último ministro de Exteriores soviético solicitó toda la documentación relativa al caso Wallenberg y se hizo con la correspondencia que habían mantenido al respecto los más altos cargos de la URSS de la época, entre la que había resoluciones del dictador Iósif Stalin. EFE |